A esta altura uno sabe que un show de Los Antiguos se sostiene en la crudeza y la rabia que proponen sus canciones. En el escenario todo sucede de manera rápida, vertiginosa y sin descanso con una idea clara: impactar desde el minuto cero en la cara de los oyentes. En este sentido el comienzo con la intro doombeta de “No te lo puedo decir” enganchada con “La Nassa” (el primer corte de “Oro…) fue un golpe certero. Con un sonido alto y estruendoso que se mantuvo en ese volumen a lo largo del show y que en la mitad del show en adelante ganó en claridad y transparencia, la primer conclusión es que las nuevas canciones en vivo suenan aún más rápidas que en el disco y que Pato Larralde (visiblemente alegre e incluso ensayando algunos de sus clásicos bailecitos) debe exigir su voz al máximo para emular la agresividad que cada tema pide en vivo.

En este sentido Mucho de lo que sucede en escena tiene que ver con el aporte que David Iapalucci realiza desde las violas principalmente porque canciones como “Vamos!!!” y su inicio con aire a Mastodon se sostienen en habilidad riffera. El contraste con el Tano Conforti en la viola es evidente, principalmente porque este último aporta la rispidez y la vehemencia que hacen que viejos temas como “La Peste del Sapo” y “Slayer te va a matar” o nuevos como “El coso” o “Con la suerte de saber” tengan un ataque y una rudeza impactantesm al punto de que a lo largo del show estas canciones generan varios de los momentos con mayor efervescencia en el público.

Conscientes de que el disco tiene un mensaje que lo liga con la actualidad, fue interesante percibir como el grupo eligió que las nuevas canciones interactuaran temáticamente con las anteriores sin por ello generar desconcierto. El caso más paradigmático tuvo que haber ubicado de manera consecutiva “La gran campana” junto a “Pechos Flacos”. La primera fue un claro ejemplo de cómo funciona el imaginario alienígena con una historia dramática y terrorífica, la segunda fue canción pisa el barro de la actualidad, en una épica versión convenientemente introducida por Larralde afirmando “Nuestras letras hablan de lo que pensamos como banda. Ustedes saben lo que pasa. No necesitan que les digamos nada” para luego dar una versión descarnada de la pobreza y la exclusión. Juntas sonaron con una contundencia sonora admirable principalmente porque se sostuvieron en la pared sonora construida por Pablo “Huija” Andrés en batería y “Mow” Houdin en el bajo capaces de sostener los cimientos de la agresividad sonora.


Más tarde, la Sabbathica “No hace falta que pregunte” (con un riff inicial calcado de Sabbath Bloody Sabbath) fue uno de los estrenos que sirvió para mostrar esta nueva etapa del grupo. Si bien como dijimos el quinteto no ha perdido su gusto por la velocidad (la risueña “Pa´ el monstruo” dedicada a Iorio es un ejemplo de esto); ha incorporado canciones como estas que potencian tanto el aspecto histriónico de Larralde como el lado más melódico de los arreglos de Iapalucci llevando a que toda la banda se enganche en la idea de generar estados más climáticos. Luego, la última parte del show con un Pato Larralde visiblemente cansado desde la parte vocal pero capaz de mantener la tensión sonora con su interpretación, tuvo el esperado espacio para que “El inventor del mal”, “La culpa del viento” y “Hecho a mi medida” (tal vez la síntesis perfecta entre gancho y pesadez que propone el grupo) cierren sin miramientos un set de dos horas donde Los Antiguos mostraron su nueva cara. Buen inicio de etapa y un futuro provisorio. Veremos si la nave continúa despegando.