La molesta llovizna que cayó sobre la Capital Federal, no fue impedimento para que el público llenara el teatro Flores. El menú fue más que tentador, de primer plato, y desde las 20hs, El Perrodiablo pisó fuerte sobre el escenario. A ellos un párrafo aparte.
Los 5 jinetes del frenesí no anduvieron con vueltas y se largaron a calentar el lugar con varias de las canciones de su álbum El Espíritu (2012). “Cuando ya no sé qué hacer” fue el puntapié para casi 40 minutos de descontrol. A esto le siguieron “El monje negro”, “Las Vegas”, “Una de esas cosas”, un Doma (voz) que subía y bajaba del escenario para mezclarse entre el público desplegando su impronta desfachatada y furiosa. Las tablas no quedaban vacías, con miradas cómplices, muecas de disfrute estaban el resto de los poseídos platenses, Chaume (guitarra), Francisco (bajo), Joseph (batería) y Leandro (guitarra) hacían sonar “Carne Culpable”, “Los malditos” sin descanso sólo por el gusto de hacerlo. No faltaron los agradecimientos a la invitación, el arengue a esa audiencia inmóvil, pero respetuosa, que con el paso de las canciones fueron poniéndoles un poco más de energía a los aplausos. El Perrodiablo va por ahí derribando rascacielos y cantando “Algo sobre estar vivo”, a todos les re cabió la potente e inmejorable performance.
No hubo que esperar demasiado para que el plato principal se ponga el frente de un recinto repleto de fanáticos que les dieron la bienvenida con una ovación que se superó cuando “La bestia dormida”, al palo y contundente, marcó lo que fue un show de impecable características. Luego de éste, y casi como una corriente marítima que todo se lleva puesto, interpretaron “La madre de todas las artes”, “La casa del horror” y “Bandera Negra” todas de Nueva Era, Viejas Mañas. Superado el primer cachetazo, Ariel Minimal (voz y guitarra) saludo a los allí presentes y “Nueva era, viejas mañas” fue el principio de un nuevo batacazo que contó con “Aquello que late y sangra” y “La leyenda del indomable”. Como un bloque sólido duro, potente, sonaban las distorsiones, el bajo prolijo y seguro de Fósforo García y la batería imparable de Franco Salvador. Las aguas se calmaron con “Los verdaderos sonidos de la libertad”, inspirada en la banda True Sound of Liberty, hizo que la voz de Mínimal se despliegue en todo su esplendor.
"La energía no menguaba, nada de lo que allí sucedió dio lugar a la reflexión, puro disfrute y un dejarse llevar indomable..."
Semejante tiroteo de canciones dio lugar a lados B, bajando los decibeles empezó “Cae y nada pasa” de Cabeza (1994), en “El agua es eléctrico” de Quemado (1996) se volvió todo más furioso, con pogo incluido, y de Volviendo a las cavernas (2011) la elegida fue “De cómo el hombre perdió”. El juego de luces cumplió un rol fundamental, lo mismo el sonido que nunca decayó e hizo que la máquina ruede sin fisuras. La energía no menguaba, nada de lo que allí sucedió dio lugar a la reflexión, puro disfrute y un dejarse llevar indomable se evidenció en “El motivo” de Volviendo a las Cavernas (2011) y luego de “Soñar, soñar” Franco Salvador tomó la palabra para agradecer y continuar.
El que avisa no traiciona y así lo hizo Minimal al enunciar los últimos tres temas que quedaban para cerrar el concierto. Barrieron con todo y se despacharon a gusto con “Último acto” de Los orfebres (2007), “Fuerza” en Quemado (1996) y del primer disco Cabeza (1994) “Introducción declaración adivinanza”. Cortito y al pie se despidieron, los aplausos acompañaron y el telón se cerró. Naufragando en satisfacción poco a poco se fue vaciando el lugar. Un nuevo disco está en las calles, listo para seguir sonando.