No descubrimos nada si decimos que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota es para muchos la banda más importante del rock argentino, con una convocatoria y una mística incomparable incluso con otros fenómenos a nivel mundial. Mucho de esto está en “Una Obra Redonda” una interesante apuesta desde lo teatral para recuperar, con más de 20 artistas en escena, una banda en vivo y el relato histórico de cada época, la historia viva de una banda que sigue despertando pasiones. Fernando Casas guionista y uno de los actores de la obra, cuenta de qué se trata esta puesta que pretende recorrer el país de la mano de la mística Ricotera.
Me imagino que abordar la historia de Los Redondos desde el punto de vista Teatral debe haber sido un desafío ¿Cómo fueron pensando el recorte a nivel guión y puesta en escena?
La idea fue una locura motivante desde la primera noche en que surgió junto con Leo Melis. El guión terminó de acomodarse cuando decidimos que sería cronológico, es decir que empezaría en 1976, año no oficial del comienzo de Patricio Rey. Después se sumó Gerardo Anchava a la producción y con la llegada de la directora Verónica Fucci se terminó de redondear la idea de qué queríamos para cada escena, sea teatral, oral o al momento de representar una canción mientras la banda la está tocando en vivo.
La obra también vincula la historia de Los Redondos con la historia Argentina ¿Cómo funciona esto y como se amalgama a lo largo de la obra?
Es que siempre creímos que cosas que le pasaron a Los Redondos y al rock le pasaron al país. Tocar y armar fiestas en plena dictadura, grabar en plena democracia, rockear en la noche de la primavera Alfonsinista y los 90. Ni hablar el asesinato de Walter Bulacio, la prohibición de los shows de Olavarría o la violencia adentro y afuera de los recitales redondos.
Una particularidad que tiene a obra es que tiene momentos en que las canciones son interpretadas en vivo y al mismo tiempo actores y actrices circulan en escena ¿Cómo fueron pensando cada uno de esos momentos?
Son como videoclips en vivo. La intención era vestir las canciones. Los Redondos siempre dijeron que el laburo de Rocambole con el arte de tapa y diseño era aportar algo más a la obra, no con algo lineal sino con algo que sugiera algo más. Bueno, hicimos ese ejercicio, unir a una bailarina clásica, danza teatro, aro u acrobacia y patín, mientras suena una canción de Los Redondos.
Se ve también bastante similitud física y vocal con respecto al Indio Solari ¿Era importante que esto sucediera para que a ficción tuviera cierto nivel de verosimilitud?
Sí. Cuando en plena pandemia Leo Mellis armó la selección que es la banda de Una Obra Redonda hizo hincapié en eso, claro. Y se encontró con Hernán Bustamante, que se canta todo y al público le vuela la cabeza. También hubo un trabajo desde el guión para que él dijera también cosas que el Indio dijo en vivo y que el ricotero tiene presente.
Por lo que se puede ver la obra tiene cierto tono performativo algo fácilmente vinculable con los inicios de los Redondos donde había una propuesta teatral más allá de la música. ¿Lo tuvieron en cuenta a la hora de pensar la puesta?
Claro, es uno de los motivos del tributo. Los Redondos, que nacieron de la varieté, del rock como movimiento más allá de la música, de la perfomance sumado a la música, no tenían un homenaje desde este tipo de disciplinas y decidimos reivindicar esa parte.
Más allá de lo ficcional ustedes tratan de generar un vínculo palpable con la historia de Los Redondos generando distintos tipos de homenajes y recordatorios ¿Cuál es el objetivo de estos gestos?
La señalización de los espacios ricoteros es parte del homenaje, pero en el día, en la calle y para siempre. Es hacer historia de los lugares que para el mundo redondo es histórico. Ya sea la escultura que montamos en una plaza de La Matanza, o la señalización del bar El Polaco en Salta, el teatro Margarita Xirgu o las canchas de Unión y Colón en Santa Fe.
A esta altura los Redondos están en el adn rockero argentino ¿Qué significan para vos?
En lo particular muchas cosas, la banda de sonido de mi habitación desde los 10 años, la puerta de entrada a un mundo que no era mío entonces y que cada vez, a medida que pasan los años, en la adolescencia, juventud, y en este día y cada día (se ríe citando una canción de Los Redondos). Fue descubrir, conocer, pensarme, frente al espejo y ante el mundo, solo y con un montón. Ser parte de un movimiento sentimiento mirado de costado, subestimado y con el tiempo, reivindicado.