En principio, el lugar elegido fue el ya familiar Uniclub del Abasto porteño. Si agregamos que el horario, la puntualidad y el clima no hicieron más que ayudar no estaríamos exagerando. Y no nos referimos al aspecto meteorológico del asunto, si bien ese también se comportó debidamente, lo que queremos decir el que en el aire se respiraba buena onda y celebración por el lanzamiento de Madera Prohibida, el nuevo disco de Los Antiguos. Basta decir que el lugar pareció un subte en hora pico de lo lleno que estuvo, para que se hagan una idea general. Anticipadas agotadas y una cola considerable afuera no hicieron más que confirmar esa sensación.
Todo sucedió como debiera, así que a las 21.15 puntuales y mientras terminaban de entrar los que aún a ese momento seguían afuera, fue que comenzaron a sonar Los Antiguos. La apertura fue con “C.O.C”, tema que casualmente abre Madera Prohibida. Sin pausa, la artillería de Huija en los parches, Mow en bajo aplanador, acompañados por las hachas filosas de David Iapalucci y Sergio “el Tano” Conforti, dieron paso a un enardecido Pato Larralde, que se adueñó del micrófono para disparar con un furioso “Te lo vengo diciendo”, otro casi estreno nomás. Tras saludar afectuosamente a su público con un “hace mucho que no nos veíamos”, y mandarse un trago de vino, dieron rienda suelta al directo “Nervioso y Ebrio”, seguido de “La Peste del Sapo” y “La gran campana”. Mencionamos los nombres de los temas así como se fueron sucediendo, un poco para enfatizar la contundencia de la banda en vivo que ya los identifica.
“Estamos muy contentos porque trabajamos mucho para esto”, Pato Larralde.
También nos detenemos un poco en el recuento cronológico para volver a la escena que presentaba la noche. Uniclub colmado, ya lo dijimos, público heterogéneo, más que bienvenido por cierto y firme prueba de que Los Antiguos es una banda que atrae sin problemas gente de múltiples lugares. Seguro que hubo fans de Avernal, Sauron, y muchas otras aledañas a toda esta gran movida que tan bien le hace a la escena actual de rock en esta ciudad. Para agregarle tinte familiar a la cuestión, cada tanto se escuchaba un afectuoso “Tano Puto” y hasta por ahí hubo un “David, mostrá el culo”. Pequeñas delicias diríamos. Ah, y las sonrisas gigantes de los que estaban arriba del escenario, y el pogo que por momentos determinados se activó cerca del escenario. Si seguimos con la cronología, tenemos que mencionar que siguieron con otro ya conocido de los shows, “La culpa al viento”, para luego advertir que se venían “Los Grises”. Para seguir, la voz del death metal argentino, Cristian Rodriguez, como lo presentó el Pato, se hizo presente para hacer su parte en “Dios de los Paganos”, que terminó con una pared de violas y bajo casi sobre el público. Tras esto anunciaron que tocarían dos que nunca se habían hecho en vivo, uno llamado “H.P.V”, con temática antirreligiosa y el más gracioso si se quiere, “Eslayer te va a matar”, una oda a ese vecino hinchapelotas que todos alguna vez tuvieron o tienen.
Hubo un breve descanso que sirvió para que todos se acomodaran, pero la cosa no se relajó mucho, ya que el regreso al escenario trajo a JB Larralde para hacer a tres guitarras “El Sureño”, uno de los más gancheros y efectivos del grupo. Tras terminar el tema y abrazarse con todos, el invitado dejó lugar al resto para que hagan ese tema de los nuevos que tiene tanto gustito a Down, que se llama “El Hombre que no se puede ir”. El Pato sentenció que la cosa estaba por terminar, tras decir que se les estaban acabando los temas, de hecho, “seis más ocho, catorce, nos faltan dos” precisó. Y así fue, “El Inventor del Mal” sirvió para cerrar los nuevos, y “Hecho a mi medida”, para darle fin a los viejos y cerrar el show completamente.
“Esta movida es de todos, esto es un granito de arena de todos nosotros”, Pato Larralde.
No faltó nada, alegría, buena onda, un lugar explotado de público, invitados y amigos varios, camaradería, un show impecable en puntualidad y sonido y mucho más. Una banda agradecida con su público, y este que devolvió todo lo recibido coreando todas las que sabía. Así da gusto formar parte y celebrar lo nuevo, porque deja entrever que hay mucho más por venir.