Lo concreto es que muchos de los que hoy van a los shows de heavy metal no vivieron esa historia. Entonces eligen quedarse con el relato de lo que sucedió y encontrar algún grupo que sea capaz de emular, con sangre joven, aquellos momentos de esplendor.
En ese lugar brillan los suecos de Enforcer. Al ver su incansable despliegue en vivo uno puede imaginarse a Olof Wikstrand (voces y guitarras) Jonas Wikstrand (batería) Joseph Tholl( guitarra) y Tobias Lindqvist (bajo), todos pendejos treinteañeros escuchando día tras día los primeros discos de Maiden, Kill em´all de Metallica, el primer disco de Gammaray, el thrash alemán de Destruction, el Motley Crue mas callejero, el Skid Row más sucio y por qué no eternos perdedores como Anvil entre otras cientos de bandas que sirven de antecedente a la definición (NWOTHM) New Wave Of Traditional Heavy Metal), la denominación donde encuadra este heavy metal a las chapas que hacen.
Esta insolencia para tomar influencias y transformarlas en canciones propias. es la que se respira en el show de los suecos. Si hay algo que define a la banda son sus ganas de transpirar la camiseta y dejar todo en cada riff. Entonces es inútil realizar una descripción exhaustiva de cada canción, principalmente porque cada una de ellas aporta a una idea concreta. Hay una velocidad incansable, guitarras gemelas, riffs coreables y mucha movilidad en el escenario. Hay también mucha comunicación gestual y de la otra con el público.
Entonces en canciones como “Mesmerized by Fire”, “Katana”, “Take Me Out of This Nightmare”, “Evil Attacker” o “Midnight Vice”, por citar algunas el clima es de fiesta total; principalmente porque la energía que transmite el escenario produce una química tan intensa como directa entre una banda y un público que manejan un mismo lenguaje.
En este contexto, a medida que pasan las canciones, incluso mediadas por un jugado cover de “Countess Bathory” de Venom cantada con cara de odio y voz podrida por Lindqvist, la banda redondea un espectáculo rápido y furioso, más allá de que la voz de Wikstrand esté a punto de resquebrajarse; en franco contraste con la prolijidad de la ejecución en cada instrumento y de que, siendo hiper exigentes, la nitidez de la mezcla en vivo no le haya hecho justicia a toda la solvencia que los suecos mostraron.
De esta manera se desarrolló un show que principalmente tuvo un ambiente de camadería pocas veces vista. Incluso los legendarios Retrosatán quienes aportaron su experiencia de aquellos ochentas con un sonido que los acompaño al igual que la gente, se sintieron parte de la efervescencia. Los bises como cierre obligado y sin salir del escenario (tranquilamente podrían haber segido tocando toda la noche), fueron la fotografía perfecta de lo que son hoy los jóvenes suecos: una intensa química de heavy metal, como la de aquellos años y como la de estos. Sin escalas.