Justamente la primer parte del set, aquella que trajo de nuevo a la actualidad el leitmotiv de Hand.Cannot. Erase la historia de Joyce Carol Vincent, una mujer que permaneció muerta en su departamento durante tres años sin que nadie se enterara; brilló contextualmente en esa interacción entre imágenes y palabras. Escuchar nuevamente el disco ejecutado en su totalidad (lo mismo había sucedido el año pasado) y en el orden en el que fue concebido, sirvió para entender que la idea de obra conceptual le calza perfecto a la obsesiva y neurótica mente del flacucho inglés. Es indudable que su cuando se calza el traje de director de orquesta (da la impresión de que su música tiene una conceptualización orquestal) su música cobra otra dimensión, dibuja colores y atmósferas de un dramatismo que canciones como “Perfect Life”, “Routine” o “Happy Returns” refuerzan y potencian hasta el infinito. En este sentido el supergrupo que lo complementa; Nick Beggs en bajo y Stick, Adam Holzman en teclados, Craig Blundell en batería y Dave Kilminster en guitarra; propone un nivel de intensidad tan alto que no es necesario ninguna lucha de egos. Cada quien hace lo suyo con tanta maestría, sencillez y facilidad que todos disfrutan de su aporte a ese todo que es la música que propone S.W.
La segunda parte del set, luego de un descanso para el público y banda de alrededor de veinte minutos; estuvo sostenida por una mirada puesta en el presente y otra en el pasado. De esta forma hubo un recorrido que sobrevoló 4 ½ en donde “Vermillioncore” se transformó en una gigantesca pintura psicodélica mediante a la utilización de un telón que propuso proyecciones entre el público y la banda, un recorrido por varias canciones de Porcupine Tree “Open Car”, “Don’t Hate Me”, “Sleep Together” y “The Sound of Muzak” en las que toda la sutileza se transformó en enormes paredes con capas y capas de sonido y finalmente un curioso homenaje a Bowie con una hermosa versión de “Space Oddity” y la dedicatoria de “Lazarus”, canción de Porcupine Tree y casualmente el nombre de una de las última canciones escritas por el duque blanco.
“The Raven That Refused to Sing" fue el cierre para un show que tuvo todos los ingredientes para entender de qué se trata el universo Wilson. Como el mismo dijo reflexionando sobre la carrera de Bowie “un artista debe mirar siempre al futuro, jamás debe preocuparse por lo que esperen de él”. Seguramente seguirá abriendo puertas. Ahí estaremos.