Uniclub, martes veintiuno de noviembre, diecinueve y media pasadas. Afuera en las calles la gente se amontonaba en grupos iniciando la previa antes de iniciar una salvaje noche. Adentro, unas treinta personas escuchaban a la segunda banda soporte a casi terminar, la mayoría lo hacían desde la barra tomando cerveza, tranquilos. Sobre un desprolijo e improvisado escenario (la batería de Obituary ya estaba armada, bajo una manta, ocupando el poco espacio que de por sí ya había), Dislepsia sacudió todo su oscuro encanto con potencia. Banda oriunda del oeste, jugaba con un death metal de la vieja escuela, que por momentos alternaba entre el doom y el thrash. Lo característico quizás fue el maquillaje del cantante que resaltaba del resto de la banda.
En manos de Lesa Humanidad la noche fue tomando su demoníaco aspecto. El sonido saturado de guitarras, y los gritos guturales oscuros que se impulsaban con fuerza, dejaron en el aire toda una energía cargada de agresividad, llevándose con ella a los primeros caídos en batalla. Tocaron dos temas nuevos: Hegemonía Perversa y Terror Medieval, de lo que será el segundo disco aún en proceso. Una hora después, colmaba el escenario la cuarta y última banda soporte, Morferus. Para entonces Uniclub ya estaba en su totalidad lleno, con el aire cerrado sin una gota de aire como es característico de este lugar. Los primero pogos y la locura de la gente empezaban a sentirse con fuerza, frente a una banda que mostraba una madurez sólida sobre las tablas.
Finalmente, siendo las nueve y media, aparecían con vasos y botellas de cerveza llenos: Donald Tardy (batería), Trevor Peres (guitarra), Terry Butler (bajo) y Kenny Andrews (guitarra). Luego de haberse instalado cómodamente y sin mucho preámbulo, arrancaban con Redneck Stomp (Frozen in time, 2005). Al terminar el tema, con las cuerdas aún vibrando en el aire, resurgía de la nada John Tardy (voz), y Unibclub literalmente estallaba. La cantidad de gente que se hallaba en el recinto colmaba la capacidad, desde las escaleras hasta en el piso de arriba, una total demencia en la que no se podía ni respirar. Y sin embargo a ess misma gente eso parecía ni importarle, en lo que duró el corto pero intenso show de una hora, no hubo ni un minuto de descanso.
Sentence Day (disco homónimo, 2017), fue la elegida para empezar a descargar toda la furia arriba del escenario. La voz de Tardy era perfecta como si el tiempo no hubiese pasado en él, el resto de la banda se lucía junto a él, sin problemas de sonido y con una fuerza capaz de detonar hasta la más sangrienta batalla contra mil demonios. Los otros temas seleccionados para darle vida a su último, y muy ansiado, disco fueron: A Lesson in Vengeance, Straight to Hell, Turned to Stone y Brave. Y para rememorar el trayecto extenso de su gran carrera, la banda agregó a su setlist viejas joyas, que aún persisten y lo harán conforme pase el tiempo, como: Visions in My Head (Inked in Blood, 2014), Chopped in Half (Cause of Death, 1990), Turned Inside Out (Cause of Death, 1990), Find the Arise (Cause of Death, 1990), Dying (Cause of Death, 1990), 'Til Death (Slowly We Rot, 1989) y Don't Care (World Demise, 1994).
Fue una noche en la que la energía de la gente estaba por demás sobrexcitada, innumerables veces chicos y chicas aterrizaban al escenario, después de haber estado flotando sobre manos. A veces no sólo era tocar el escenario para volverse a tirar, sino la locura de querer abrazar y besar al cantante. Asombrosa la paciencia de Tardy, quien se lo tomaba con naturalidad, no así tanto el bajista, quien en dos oportunidades tuvo que bajar a empujones a los fanáticos. Los pogos y los coros no prevenían de seres humanos, sino de bestias salvajes que demolían todo lo que encontraban a su paso, lo que Obituary disfrutaba con placer sin hablar demasiado (sólo para dar las gracias o comentar sobre la cerveza que al parecer tanto les gustó). Pero el momento cumbre de la noche fue, sin lugar a dudas, cuando la banda cierra su sangrienta visita con Slowly We Rot (Slowly We Rot, 1989). No caben palabras para describir la contienda que dejó a varios fuera de combate. Desde arriba el calor humano se volvía una densa nube que cubría todo el lugar, el piso y las paredes retumbaban y la temperatura ascendía a diez centígrados de lo normal. Cuando todo terminó, la banda emocionada no dejó de alabar al público a quien en varias oportunidades Tardy se iba hasta el fondo del escenario para filmar. Se sacaron una foto, repartieron saludos y se desvanecieron en la nada. Una noche legendaria con una banda ícono en la historia del death metal.