No por nada la intro acústica de “La espera” hace recordar a lo que Metallica propuso en “Master..” o en “Ride...”. La idea de pasar de la calma a la furia tal vez sea lo que mejor define el ánimo general del disco. Dentro de esta idea se escucha un grupo afianzado y con objetivos claros. “Todo el dolor” intercala un riff pesado, marcado y monolítico con la voz gritada de Diego Neri, que no le escapa en ningún momento a forzar los límites de su interpretación. De esta manera podríamos decir que “Cargados...” el tema que da nombre al disco, es uno de los límites que propone esta búsqueda. Bien pesado (por momentos recuerda conceptualmente a “El Sangriento” de Avernal) descansa en un gran solo melódico que le da una brisa más que interesante cuando uno supone que la pesadez marcará el ritmo de la canción.
“La pérdida”, bien lenta y pesada es otra de las canciones en las que interpretación vocal suena distinta. La canción, lenta, pantanosa y distorsionada se apoya en la melodía vocal que si no fuera por distorsión tal vez podría ser parte del repertorio de bandas como Taura (sumado a que la lírica da cuenta de la inminencia de la pérdida), lo que da la pauta de los caminos que puede recorrer el grupo. “Constelaciones” y “Eterna, la muerte” son dos apuestas a seguir tanto desde lo vocal como desde lo instrumental propuestas como la de Mastodon pero con identidad propia. Por eso no sorprende encontrarse con voces guitarras y melodías coreables. En esa saludable tensión también descansan las mayorías de las canciones del cuarteto.
Precisamente “Perro del infierno”, con su onda a C.O.C. y en especial “El último planeta” dan cuenta de la potencialidad instrumental del disco. La primera porque da cuenta que la guitarra de Ramiro Suárez, la batería de Emilio Paravisi y el bajo de Andrés Villanueva entienden la necesidad de que hay canciones que necesitan simpleza, la segunda porque es capaz de generar cierto clima épico para relatar una distópica la desaparición de la humanidad, algo que, la canción siguiente, “Constelaciones” toma una fuerza cuasi progresiva que le da color, soltura y vuelo a lo que sucede.
“Atado a mis huesos” la única canción cantada por Ramiro Suárez es un de los remansos de un disco, siempre pesado pero sin por ello obstinado a llenar todos los espacios, su aire a “Planet Caravan” es evidente y da la pauta de cuanto el grupo insiste para que las canciones incluyan silencios y espacios que permitan procesar la escucha. En bello ensayo acústico de “El frío” es la metáfora perfecta de un disco en donde la distorsión manda pero sin por ello ser aburrido o sin matices. Gran logro dentro de un género difícil de transitar con soltura.