Red Fang vino, vio y divrirtió. Esta es la crónica.
Red Fang vino, vio y divrirtió. Esta es la crónica.
Cuando los Red Fang estuvieron en el Maximus Festival el año pasado muchos apostamos a un regreso pronto de una banda que había generado cierto revuelo (mucha gente fue temprano a verlos) y que había respondido con contundencia. Había una conclusión clara: verlos en un lugar más chico, seguramente permitiría disfrutar de su potencia. Lo cierto es que finalmente todo sucedió tal cual lo imaginábamos.
Desde el minuto cero el cuarteto salió a demostrar que lo suyo está lejos de ser una pose. Lo que uno ve en los videos y en las entrevistas es real: son cuatro tipos que salen a divertirse arriba del escenario, lo que les da un poderío incalculable. Poco importa si en algún momento algo de la batería de John Sherman se desacopla y hay que aguantarle los trapos para que todo siga. David Sullivan saca un riff distorsionado y lo repite hasta un infinito que se hace corto. Todo esto sucede en “Wires” con un riff inicial muy emparentado al de “Dragonaut” de Sleep y da la pauta de que es un banda a la que no le importa la perfección: sin muchas vueltas todo el grupo se acopla a ese riff monólitico y todo vuelve a esa caótica normalidad que son sus canciones.
Con un público hiper enganchado y conocedor de las canciones, la gran particularidad de la noche fue el nivel de excitación que se percibía en el ambiente. Si bien las canciones a veces invitan al salto y al pogo llamó la atención como mujeres y varones (todos muy jóvenes) se turnaron sin descanso para subirse al escenario y realizar decenas de stage diving que fueron un espectáculo en si mismo. Seguramente la efervescencia de un lugar colmado haya colaborado para que esto suceda. Lo cierto es que para los que estamos acostumbrados a presenciar shows ligados al ambiente stoner (y este claramente lo es) es poco frecuente ver un público tan dinámico y participativo. Tal vez el nivel de diversión, relajación y alegría que proponen las canciones de Red Fang inviten a eso. Quien sabe.
En lo que respecta al show en sí, el cuarteto supo mostrar su poderío sin concesiones. Por eso a pesar de que sus discos (en especial “Only Ghosts”) tiene algún espacio de cuelgue y experimentación, el sonido del grupo en vivo está más cercano a la crudeza de un hardcore y un punk con holor a humo y aroma a cerveza sin por ellos caer en la desprolijidad o en la perdida de melodía. Cada canción entonces se acelera sin concesiones según quien lleve la posta de las voces. Si lo hace el guitarrista Bryan Giles, suenan más melodiosas, mientras si el camino es llevado a cabo por Aaron Beam, la atmósfera se torna más ruidosa. Los ya mencionados David Sullivan en la guitarra líder y John Sherman detrás de los parches saben perfectamente ser los conductores melódicos de estas propuestas. Por eso “Sharks”, “Prehistoric Dog” o “Hank is Dead” logran generar una energía incalculable. Después de todo, de eso se trata de la propuesta de Red Fang. Algunos podrán encontrar en su música reminiscencias a Mastodon, a Neurosis, a Clutch o incluso a Fu Manchu. Tal vez estén en lo cierto sin por ello subestimar a lo que puede llegar el cuarteto. En un género de caras largas y aburridas ellos saben divertirse. No es poco.