Todo empezó temprano, alrededor de las veinte horas, con la banda soporte Planeador V homenajeando a Soda Stereo y Gustavo Cerati. Una hora emotiva en donde repasaron todos los hits que dejaron a un público, cada vez más concurrido, contento y satisfecho. A ellos sobrevino un impase bastante prolongado, en el que grupos de personas se iban acercando al escenario. Cuando uno ocupa el lugar de cronista, la mirada se centra en el todo como un espectador invisible y percibe los acontecimientos de una manera especial. Aquella noche, sin duda, lo fue. Un promedio generacional que rondaba los 40 y 50 años iba, no sólo a disfrutar de un show como una salida más, sino a reencontrarse. Ya no eran personas adultas con historias y recuerdos, sino adolescentes otra vez. Los grupos de amigas con remeras de Virus que se debatían entre ellas si quedarse en el fondo o ir delante de todo. Hombres que llevaban a sus hijos muy pequeños dando clases de la historia del rock. Y también estaban mis contemporáneos, de treinta en adelante, que se refugiaban en rondas de cerveza hablando alegremente. No era nada parecido a lo que uno está acostumbrado a ver, pero si la fraternidad entre personas conectadas a través de algo tan simple como lo es la música. Esa comunión, querida familiaridad, siempre presente y en cada uno de ellos, el espíritu vivaz de Moura reanimando la luz.
Cuando se abrieron las cortinas rojas, el espectro del tiempo se contrajo y volvimos a los ochenta. Sobre el escenario cuatro grandes pantallas, recortadas de manera peculiar, exhibían figuras geométricas muy coloridas, dando la sensación de entrar a una discoteca. Lo primero que sobresalía era la batería del gran Mario Serra, acompañado de los músicos que iniciaban el ritual con Pecado para dos. Se suma después es Fede, sobrino de Moura, de quien se aprecia una similitud asombrosa con su tío y no sólo por la voz. Así la fiesta arrancaba, entre luces y papeles de colores volando en el aire. La gente cantaba con nostalgia temas como Tomo lo que encuentro, Sin disfraz, Polvos de una relación o Amor descartable. Inolvidables temas de época peculiar en la que la Argentina salía de una inquisición y se transformaba, de a poco, en una bocanada que se parecía más a un grito después de salir de una jaula. Quizás hoy esas canciones ya no representen lo mismo para quien las escucha de pasada pero, sin duda alguna, fueron un quiebre en la cultura de la época, y aquellos quienes se encontraban presentes entendía muy bien cada significado de antiguo despertar.
Los momentos que enmarcaron la noche fueron las sorpresas, cuando subieron al escenario Marcelo Moura, Ricardo Serra y Pablo Tapia, para compartir la velada que Viralisados regalaba a la gente. Otro momento emotivo fue la canción en homenaje al espíritu de Moura: Inolvidable Fede, tema propio de la banda que dejó en el aire el cántico sensible “y Fede no murió…” Llegando al final de noche, los temas Agujero interior, Luna de Miel y Wadu Wadu, fueron los que sellaron la estadía a otra dimensión del tiempo. El reencuentro con la historia lo deja a uno pensando en los recuerdos que uno lleva en el alma, y siempre gracias a la música.