Los alemanes confirmaron que hoy por hoy son unos de los representantes más fieles de lo que implica hacer heavy metal y no morir en el intento.
Los alemanes confirmaron que hoy por hoy son unos de los representantes más fieles de lo que implica hacer heavy metal y no morir en el intento.
Ver a Accept en vivo es confirmar que un género como el heavy metal puede seguir siendo atractivo, mantener las raíces y no caer en la copia descarada de sí mismo. Los alemanes lograron lo que muy pocas bandas pueden. Desde el 2010 para acá cambiaron casi toda la formación y en especial incluyeron a un nuevo cantante, Mark Tornillo, que tuvo la difícil tarea de reemplazar al histórico UDO (una de las voces más identificables del heavy de los ochentas). La cosa anduvo tan bien que luego de discos muy buenos y parejos como Blood of the Nations (2010), Stalingrad (2012), Blind Rage (2014) y The Rise of Chaos (2017) la banda puede darse el lujo de volver a la argentina luego de once meses e incluir a a Comodoro Rivadavia y a Cipolletti como destinos a visitar, todo un gesto para una banda vigente y que viene peleando dentro de las grandes ligas dentro de la escena mundial.
Mucho de lo que explica el porqué de esto que decimos, tiene que ver con lo que vimos en la extrañamente fresca noche de jueves en el barrio de Flores. Conscientes de su propia actualidad el combo alemán eligió presentar las armas que dan cuenta de que su momento es el aquí y ahora sin por ello dejar de lado el pasado. El inicio del show fue claro: una interesante escenografía distópica (una especie de fortaleza industrial que reproduce la tapa de su último disco y que tranquilamente podría ser parte del futuro de la humanidad si seguimos en esta senda) dio paso a “Die By The Sword”, la veloz y furiosa presentación de “The Rise…”. En seguida la épica “Stalingrad” y el clásico “Restless and Wild” fueron fieles representantes de la dinámica de la noche. El balance entre el presente y pasado dio por ganador a lo primero por sobre lo segundo. Tanto desde el punto del público (fue evidente la reacción tanto en la primera canción como en aquella que da cuenta de la historia rusa) como desde la ejecución se notó que las nuevas canciones tienen igual o más peso que los clásicos, al punto de que en varios momentos construyeron versiones muy superiores a las que se escuchan en los discos y fueron festejadas en igual o mayor medida que las canciones históricas. Entonces, a lo largo del set, canciones como la ganchera “Analog Man” (en la que la gente participó como energía), la interesante “Kool Aid” (que cuenta la historia de una secta estadounidense) y la veloz, pesada y melódica “No Regrets” (todas del último álbum) fueron momentos altos de un set que no bajó de intensidad en ningún momento, tanto de parte del público como de la banda.
Es claro que mucha de esa intensidad dependió a lo largo de la noche en la figura de Wolf Hoffmann, el verdadero director de orquesta de los alemanes. Sin embargo a diferencia de lo que estamos acostumbrados, aquí la figura del líder no se equipara a la de déspota. Si hay algo que tiene Accept es que detrás de cada ejecución hay una idea concreta de trabajo en equipo por lo que cada quien tiene su lucimiento a lo largo del set. Canciones de la última etapa como “Shadow Soldiers”, clásicos como “Princess of the Dawn”, “Neon Nights” o “Up to the Limit” tuvieron versiones renovadas y excitantes en la noche de Flores. Si como decimos, el enorme Hoffmann es quien maneja la batuta, la potencia y precisión rítmica que es resultado de la interacción de la batería de Christopher Williams, el bajo de Peter Baltes y la guitarra de Uwe Lulis hacen que el grupo construya una propuesta arrolladora. Sin temor a equivocarnos hoy por hoy hay pocas bandas que con la historia que tienen los germanos y los cambios de integrantes sinteticen tan claramente de qué se trata el heavy metal. Mark Tornillo es quien termina por confirmarlo. Con su look y actitud pendenciera a lo Bon Scott mezclada con un timbre agudo y agresivo aporta a que las canciones tengan todo lo que precisan para ser himnos de la música pesada: coros épicos, estribillos coreables, riffs, machaques y velocidad al punto que tranquilamente un show como este podría servir como una clase de heavy metal en la que cada lección es impartida con una precisión y una justeza admirables.
En este sentido la última parte del show le sumó a todo lo que contamos una alta cuota de emotividad y simpatía. A la ya acostumbrada versión de “Metal Heart” incluyendo la “Marcha Eslava” de Piotr Ilich Chaikovski y una versión de “Para Elisa” de Ludwig van Beethoven en la que todo el público participó coreando la melodía, se sumaron una increíblemente veloz versión de “Fast as a Shark” en lo que fue el cierre del set formal del show. Los bises mostraron una gran versión de “Stampede”, el himno a la testosterona que es “Balls to the Wall” (incluso cantado a viva voz por una interesante cantidad de público femenino que pobló Flores) junto a dos sorpresas, en primer lugar la genial “Midnight Mover” (que no venían haciendo en los bises) y la adolescente “I'm a Rebel”, tal vez la canción más cercana al glam rock que tienen los alemanes. A juzgar por las caras y las miradas de los presente el disfrute había sido evidente. Cierre, ovaciones y aplausos. Vuelta asegurada.
Helker abrió la noche con contundencia
A diferencia de lo que suele suceder, los muchachos de Helker sortearon los problemas que acostumbran a tener los soportes invitados a los shows internacionales. Si hay algo que define a los muchachos es el oficio que tienen para defender sus canciones y en ese sentido, si bien toda la banda se luce en la interpretación, Aaron Briglia es quien recibe todas las miradas. El resultado es imponente principalmente porque su dinámica sobre el escenario hace que las canciones suenen frescas, rockeras y gancheras. “Lágrimas de Sangre”, “Por la eternidad” y “Todavía vivo” fueron la mejor muestra de esto que decimos. Seguramente el nuevo material terminará por confirmar que esta nueva etapa es cosa seria. Veremos en qué desembocan.